domingo, 28 de octubre de 2007

VIDAS





"Pensaba que a cada ser se le debía otras muchas existencias. Ese señor no sabe lo que hace: es un ángel. Esa familia es una camada de perros. Ante muchos hombres, charlé en voz alta con un momento de sus otras vidas...





Por los caminos, en noches de invierno, sin cobijo, sin ropa, sin pan, una voz me atenazaba el corazón helado: "Debilidad o fuerza; hete aquí: es la fuerza. No sabes ni adónde ni por qué vas; entra en todas partes, contesta a todo...





..Ninguno de los sofismas de la locura, -la locura a la que se encierra - dejé en el olvido: podría repetirlos a todos... conservo el método. Mi salud se vio amenazada. El terror se acercaba. Caía en sueños de muchos días y, levantado, continuaba los sueños más tristes. Estaba maduro para el fin, y por un camino de peligros mi debilidad de me conducía a los confines del mundo y de cimeria, patria de la sombra y de los torbellinos...







Tuve que viajar, distraer los encantos congregados sobre mi cerebro. Del mar, al que amaba como si le hubiese tocado lavarme de alguna inmundicia, veía elevarse la cruz consoladora. Me había condenado el arco iris..







Por último, oh felicidad, oh razón, separé del cielo el azul, que es negro, y viví, centella dorada de la luz natural. En mi alegría, adopté la expresion más bufa y más extraviada que pude hallar...





Me acostumbré a la alucinación sencilla: veía muy abiertamente una mezquita en lugar de una fábrica, una escolanía de tambores integrada por ángeles, calesas en los caminos del cielo, un salón en el fondo de un lago; los monstruos, los misterios; un título de vaudeville hacía que ante mí se alzaran espantos.




¡Luego expliqué mis sofismas mágicos con la alucinación de las palabras!Acabé por encontrar sagrado el desorden de mi espíritu. Estaba ocioso, presa de pesada fiebre: envidiaba la beatitud de los animales, - las orugas, que representan la inocencia de los limbos, los topos, ¡el sueño de la virginidad




Amé el desierto, los vergeles calcinados, las tiendas mustias, las bebidas entibiadas. Me arrastraba por las callejas malolientes y, con los ojos cerrados, me ofrecía al sol, dios del fuego.




La Felicidad era mi fatalidad, mi remordimiento, mi gusano: mi vida sería siempre demasiado inmensa para consagrarla a la fuerza y a la belleza. ¡La felicidad!




El trabajo humano! Es la explosión que ilumina mi abismo de vez en cuando


Nada es vanidad; ¡a la ciencia, adelante!", grita el Eclesiastés moderno, es decir Todo el mundo. Y sin embargo los cadáveres de los malvados y de los holgazanes caen sobre el corazón de los demás… ¡Ah! De prisa, un poco de prisa; allí, más allá de la noche, las recompensas futuras, eternas… ¿escaparemos de ellas?…






¿ Cuándo iremos más allá de las playas y de los montes, a saludar el nacimiento del trabajo nuevo, la sabiduría nueva, la huida de los tiranos y de los demonios, el fin de la superstición, a adorar -¡antes que nadie!-la Natividad en la tierra!¡El canto de los cielos, la marcha de los pueblos!


Esclavos: no maldigamos la vida."





A. Rimbaud - "Une saisson en enfer" - fragmentos














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